Muy triste es la idea del ser humano que nos muestra la historia del anillo de Giges… ¿verdad? Intentemos en este tema estudiar si el hombre en el fondo es así. La vida del hombre, tu vida, consiste en una cadena de decisiones. Constantemente tenemos que elegir entre diversas posibilidades de acción. Decidir es inevitable. Podemos elegir entre diversas acciones posibles, pero no está en nuestra mano poder elegir “no elegir”. Estamos condenados a ser libres. Aun cuando no llevemos a cabo ninguna acción, estamos decidiendo: decidimos no actuar. Incluso si ponemos nuestra vida en manos de otra persona —hacemos siempre lo que ella nos aconseja—, estamos continuamente eligiendo: una y otra vez decidimos mantener nuestra confianza en ella. Puesto que siempre tenemos que tomar decisiones y no podemos zafarnos de esta obligación, sería de gran valor poder contestar de modo racional a la pregunta: “¿cuál es la decisión correcta en cada caso?”. Hacer ética es reflexionar sobre la respuesta a esa pregunta.
Pero con esto aún no hemos dicho, con exactitud, qué es la ética. pues la expresión «decisión correcta» es ambigua. El texto que sigue intenta aclarar algo los dos sentidos principales de la expresión «decisión correcta».
Leamos y pensemos un poco este famoso dilema moral que propuso el filósofo francés J. P. Sartre. Nos encontramos en la Francia ocupada por los alemanes en la Segunda Guerra mundial:
«Citaré el caso de uno de mis alumnos, Henry, que me vino a ver en las siguientes circunstancias: su padre se había separado de su madre. Su padre tendía al colaboracionismo (con los nazis); su hermano mayor había muerto en la ofensiva alemana de 1940, y este joven, con sentimientos un poco primitivos, pero generosos, quería vengarlo. Su madre vivía sola con él, muy afligida por la “semitraición” del padre y por la muerte del hijo mayor, y su único consuelo era él. Este joven tenía, en ese momento, la elección de partir para Inglaterra y entrar en las fuerzas francesas libres —es decir, abandonar a su madre— o bien permanecer al lado de su madre y ayudarla a vivir. Se daba cuenta perfectamente de que esta mujer sólo vivía para él y que su desaparición —y tal vez su muerte— la hundiría en la desesperación. También se daba cuenta de que, en el fondo, concretamente, cada acto que llevaba a cabo con respecto a su madre tenía otro correspondiente en el sentido de que la ayudaba a vivir, mientras que cada acto que llevaba a cabo para partir y combatir era un acto ambiguo que podía perderse en la arena, sin servir para nada. Por ejemplo, al partir para Inglaterra podía permanecer indefinidamente, al pasar por España, en un campo español; podía llegar a Inglaterra o Argelia, y ser puesto en una oficina para redactar documentos. En consecuencia, se encontraba frente a dos tipos de acción muy diferentes: una concreta, inmediata, pero que se dirigía a un solo individuo; y otra que se dirigía a un conjunto más vasto, a una colectividad nacional, pero que era por eso mismo ambigua y que podía ser interrumpida en el camino. Al mismo tiempo dudaba entre dos tipos de moral. Por un lado, una “moral de simpatía”, de devoción familiar; y por otro, una moral más amplia, pero de eficacia más discutible. Había que elegir entre las dos. ¿Quién podía ayudarle a elegir?»
(J. P. SARTRE, El existencialismo es un humanismo. Buenos Aires, Sur, 1977, pp. 28-30.)
Apoyándonos en el texto anterior, vemos que la expresión «decisión correcta» tiene dos significados: o bien, con “decisión correcta” lo que queremos decir es “fin correcto”; o bien, con “decisión” lo que queremos decir es “medio correcto”. ¿Qué debería hacer el protagonista del texto? ¿Debería optar por la “Felicidad” de su madre? ¿O bien, debería optar por la “Libertad” de Francia? ¿Debería decidir quedarse con su madre y cuidar de ella o debería decidir marcharse a combatir por su país? Recordemos, entonces, que «decisión correcta» tiene dos significados: uno “débil” y, otro, “fuerte”:
—significado débil: nos lleva a la consideración del “medio” que más merece la pena elegir para llegar al fin elegido previamente. Hay ciertas cosas —o, para ser más exactos, hechos o acontecimientos— que deseamos porque son un camino para la consecución de otras. Han de realizarse ciertos hechos para que se realice otro hecho. Su valor o apetecibilidad radica en que conducen a otros bienes. A estos bienes que deseamos únicamente porque son útiles para lograr otros, los llamamos medios (el dinero, o mejor, la posesión de dinero, es el ejemplo perfecto de medio).
—significado fuerte: nos lleva a la consideración del “fin” que más merece la pena elegir, es decir, el fin “mejor”, o sea, del fin “más bueno” (recuerda que “más bueno” no se puede decir, está mal dicho: se dice “mejor”). Es decir, existen bienes que deseamos por sí mismos. No los buscamos para lograr algo distinto de ellos. Estos bienes reciben el nombre de fines. Una medicina nos interesa, no por sí misma, sino porque es un medio de recobrar la salud. Una buena música —o, dicho con mayor rigor, el deleite que nos proporciona— es un fin. La Libertad o la Justicia, por ejemplo, son fines.
EJERCICIOS
1. ¿Qué significa la frase "estamos condenados a ser libres"?
2. Haz un pequeño resumen del texto de J. P. Sartre.
3. ¿Qué crees tú que diferencia a un "fin en sí mismo" de un "medio"?